Elegancia atemporal frente al mar de Málaga…
Él, belga. Ella, de Melilla. Se conocieron en Málaga, la ciudad donde empezó su historia, y fue allí donde decidieron celebrarla para siempre. Aunque actualmente viven en París, eligieron volver al sur para compartir con sus seres queridos una boda íntima, cargada de belleza, tradición y una sofisticación serena.
El Palacio Monte Miramar, con sus jardines históricos y vistas al Mediterráneo, fue el enclave perfecto para una ceremonia judía marcada por la emoción y el buen gusto. Bajo una chuppah adornada con flores en tonos blancos y violetas —una paleta delicada y armoniosa—, los novios se unieron rodeados de sus familias, respetando cada uno de los rituales con una sensibilidad profundamente personal.
La atmósfera fue de una elegancia contenida, donde cada detalle hablaba de refinamiento: desde la papelería hasta la iluminación, desde la música suave hasta los centros florales que decoraban la cena al aire libre. El mar, siempre presente, aportaba un telón de fondo natural e inolvidable.
Más que una celebración, fue un encuentro entre culturas, memorias y ciudades. Una historia contada con sutileza, en un entorno que reflejaba todo lo que son: sobrios, cosmopolitas y profundamente conectados con lo que realmente importa.